El ayuno tiene como objetivo vaciar nuestro corazón para
llenarlo de algo más valioso.
Ayuna de juzgar a otros; descubre a Dios que vive en ellos.
Ayuna de
palabras hirientes; llénate de frases sanadoras.
Ayuna de
descontento; llénate de gratitud.
Ayuna de
enojos; llénate de paciencia.
Ayuna de
pesimismo; llénate de esperanza.
Ayuna de
preocupaciones; llénate de confianza en Dios.
Ayuna de
quejarte; llénate de aprecio por la maravilla que es la vida.
Ayuna de las
presiones que no cesan; llénate de una oración que no cesa.
Ayuna de
amargura; llénate de perdón.
Ayuna de
darte importancia a ti mismo; llénate de compasión por los demás.
Ayuna de
ansiedad sobre tus cosas; comprométete en la propagación del amor que Dios
nos tiene.
Ayuna de
desaliento; llénate del entusiasmo de la fe.
Ayuna de
pensamientos mundanos; llénate de las verdades que fundamentan el camino
evangélico.
Ayuna de todo
lo que te separe de Dios; llénate de todo lo que a El te
acerque.
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